lunes, 24 de marzo de 2008

Una búsqueda especial...


Por Pamela Sánchez



FICHA TÉCNICA:

Título: La hija del espantapájaros

Autor: María Gripe

Género: Novela juvenil

Editorial: S.M.

Colección: El barco de vapor.




El relato trata de una pequeña llamada Loella, la cual vive en un bosque cerca de un pueblito con sus dos hermanos.

Todos los días la misma realiza los quehaceres ya que su mamá se halla viajando en barco por todo el mundo.

Cerca de la vivienda la niña tiene un espantapájaros al que cuida del viento y el frío. Su vecino, siempre le deja dulces o leche en él.

Una mañana recibe una carta de su madre desde América contándoles que por un año ha conseguido trabajo allí, pero que no los puede llevar, por ese motivo deja a sus hermanos con una mujer desconocida y a la muchachita en un orfanato hasta su regreso. La noticia la pone muy triste pero jura que nadie los va a separar.

Al pasar las semanas, un día de invierno la pobre sale a hacer las compras, cierra todo para que nadie entre, pero al volver se encuentra con una señora y su esposo, se esconde y escucha que hablan de su padre y luego se van...

Al día siguiente este matrimonio vuelve con dos damas del orfanato y se llevan a los chicos a la ciudad. Al llegar comienzan las aventuras para la joven quien sueña con encontrar a su papá allí...

Es una de las obras más tristes que ha escrito María Gripe. Es una novela tierna, dulce, con hechos semejantes a la realidad, donde no falta la rebeldía.

Aparecen sucesos inesperados capaces de atrapar al lector y dejarlo sin respiración. El vocabulario que utiliza es fácil de comprender. ¡Es una historia espectacular!



(Reseñas producidas por alumnos de 2do. año de Profesorado 2007, a partir de la lectura de libros de la Bibliteca de Literatura infantil y Juvenil "Humberto Sapo Verde")

La enseñanza de la Lengua, atravesada por dos concepciones antagónicas

Por Natalia Lilian Leguizamón

¿Es contraproducente para el niño la postura que toman los docentes a la hora de enseñar Lengua?

¿Cómo piensan los adultos que los chicos aprenden a leer y a escribir, y cómo se enseña a leer y a escribir?...

Muchas preguntas me surgen al reflexionar sobre las prácticas alfabetizadoras que realizan los educadores, que me llevan a un estado inerte, sin saber qué camino tomar como futura docente. De acuerdo a cómo fue mi escolaridad, tomaría la ruta de la mayoría de ellos, que ubican su enseñanza bajo un enfoque alfabetizador desde presupuestos transcriptivistas en el cual mi rol sería uno solo: transmitir conocimiento, para llegar a formar hábitos a través de ejercicios repetitivos y memorísticos que no pretenden la posible reflexión sobre la construcción gráfica.


Parece ser que algunos docentes no tienen en cuenta lo que es realmente “alfabetizar” y tampoco que la alfabetización se inicia en la primera infancia, desarrollándose durante toda la vida, que constituye un proceso profundamente social. No es una adquisición natural, sino el aprendizaje del sistema y las estrategias de uso de un producto cultural: la lengua escrita. Por lo que el modo de desarrollar la alfabetización y la forma de emplear los saberes que implica dependen de las circunstancias sociales y culturales concretas. Este es el error que cometen los docentes, pensar que la alfabetización comienza cuando el niño ingresa a la escolaridad, con la enseñanza de la escritura como técnica, primero el reconocimiento de las letras, luego su correspondencia con los sonidos, después la suma de letras, y así sucesivamente para comprender y componer “textos”.


Esto deriva en prácticas que priorizan actividades centradas en una apropiación fragmentaria y arbitraria del código, como la repetición y la copia de letras o de sílabas.

Esta concepción condiciona la aparición de esas unidades a un orden preestablecido como por ejemplo, el orden alfabético, y alimenta la idea de que hay letras más fáciles que otras.

Ahora bien si mi postura se sitúa en la concepción superadora o no transcriptivista de la lengua, tengo que pensar, que si la escritura de las palabras y sus letras no surge por un objetivo real, concreto (porque se quiere escribir el nombre de un familiar o el de la mascota predilecta, por ejemplo) se obstaculizan severamente las vías de acceso a la apropiación de la escritura como sistema simbólico y como forma y como pertenencia a una comunidad cultural.

Se resiente, además, el sentido profundo que los alumnos pueden darle al hecho de aprender a leer y escribir. La forma en que un niño se inicia en la lengua escrita en el contexto del aula es un proceso mucho más complejo que el aprendizaje de las letras y que el que se puede preestablecer a partir de un método único y estereotipado.

¿Cómo se logran, entonces estos conocimientos?

Mediante la implicación de los chicos en las actividades que desarrollan los que leen y escriben y conversando sobre lo que se realiza en esas actividades. No se trata de un conocimiento que se aprenda porque alguien lo transmita explícitamente.

Los chicos se involucran de manera real y comprenden qué es la escritura y para qué se usa en tanto participen en situaciones que cimienten la comprensión de la tarea que tienen por delante, y la necesidad y el deseo de aprender a leer y a escribir: cuando se les lee un cuento (interesante), cuando exploran la biblioteca, cuando buscan junto con el docente información sobre algún animal en una enciclopedia infantil, cuando escriben su nombre para identificar su útiles, cuando leen los nombres de todo los compañeros para buscar el del que está ausente, cuando entre todos se escriben un mensaje a las familias, cuando escriben notas y chistes a sus amigos, cuando hacen una lista de elementos para fabricar un disfraz, cuando usan la escritura para jugar.

Por otra parte, y sin desdeñar las situaciones que remiten la función de la escritura a sus usos más instrumentales, cabe señalar la importancia y el lugar irremplazable de la lectura de textos literarios potentes, interesantes, bien escritos. El niño encuentra que aprender a leer tiene sentido cuando “descubre” que las historias que ha escuchado están escritas y que se puede volver a ellas una y otra vez para leerlas, porque le ha gustado mucho la lectura. Bien lo sabemos, es una forma de felicidad. Cuando el maestro y otros adultos logran transmitir esas convicciones, gustos y pasiones, cobra sentido para los niños realizar el esfuerzo de aprender a leer.

Hasta acá todo muy bueno e interesante y es lo que he aprendido durante los tres años del Profesorado de Primer y Segundo Ciclo de EGB sobre cómo se debe enseñar Lengua; pero al encontrarme en la escuela, la realidad fue otra, ya que como dije al comienzo se sigue con la enseñanza tradicional de la Lengua, por ejemplo: cuando los chicos aprenden una letra para ejercitarla se los hace rellenarla con papelitos de colores, escribir varios renglones y recortar palabras que la contengan. Esto me provoca mucha incertidumbre, debido a que si recibimos la misma formación docente en cuanto la enseñanza de la Lengua; ¿por qué en el aula no se desarrollan prácticas bajo un enfoque superador, que es el adecuado para que el niño valore la importancia de la lengua oral y escrita y lo que ellas implican?.


Quizás se debe a que los supuestos básicos que subyacen en las prácticas son los vinculados a la enseñanza primaria vivenciada, o bien no se quiere tener el trabajo de pensar en cuestionar las prácticas para así situarse en otra teoría y buscar otras estrategias que otorguen significado al aprendizaje de la Lengua, sin percatarse de que lo que se realiza no es lo más apropiado para la enseñanza de esta área en particular y de las otras en general.

Replanteándome la pregunta que me hice en un principio y luego de todo este análisis puedo concluir que: es casi imposible que todos los docentes se orienten bajo un mismo enfoque alfabetizador, con un sólo hilo conductor. Al no darse de esta forma me parece que se hace “un enredo” y el alumno termina sin entender nada ya que por ejemplo si un niño ingresa en Primer año del Primer Ciclo y allí se encuentra con un/a docente que desarrolla sus clases según la perspectiva constructivista y luego ya en segundo año del Primer Ciclo se enfrenta con otro profesional que sustenta sus prácticas pedagógicas con el modelo tradicional se verá en la incertidumbre que puede provocarle frustraciones, incluso que fracase en su escolaridad.

Es por ello que debo tomar conciencia que en parte soy responsable de la modificación que pretendo de la escuela y me comprometo en dar lo mejor de mí para lograrlo.



(Ensayo producido como Trabajo Final de 3er. año del Profesorado 2007, en el Espacio Curricular: Apoyo Disciplinar a la Residencia Lengua)

La maldición del zapatero

Por María de los Ángeles Taborda


FICHA TÉCNICA:

Título: Las cabezas sin hombres. Cuentos de Terror para chicos sin miedo (II)
Autor
: Víctor Iturralde Rúa
Genero
: Cuento Infantil
Editorial
: Coquena Grupo Editor S.R.L.
Cantidad de páginas
: 44

¡Tararí, tarará! Este cuento trata de una antigua maldición.

Relata la historia de un aristócrata, que vive en la costa de Fairmont, cerca del Golfo de Sabac a orillas del Mar Verde. Un día, se le rompen las botas, y el único zapatero del pueblo se las arregla. Realiza su trabajo y quiere cobrar por él, pero sólo recibe burlas, y es entonces cuando el remendón le lanza una maldición.

Tiempo después, el noble muere en un duelo y su cuerpo es enterrado en medio del campo, donde años más tarde, Doña Carmela siembra zapallitos.

De allí en más suceden cosas inexplicables, los vegetales crecen en cantidad y tamaño, y su forma se asemeja a una cabeza, y por si esto fuera poco, tienen vida.

Un libro interesante para los amantes del misterio. Ilustraciones fantásticamente realizadas acompañan esta historia muy bien narrada por su autor.

Una trama para leer en una noche de tormenta. Disfrútenla, está buenísima.

(Reseñas producidas por alumnos de 2do. año de Profesorado 2007, a partir de la lectura de libros de la Bibliteca de Literatura infantil y Juvenil "Humberto Sapo Verde")

¡Te cuento, profe!

Por María José Monzón

Pensando cómo comenzar a escribir, decidí contar que las clases que observé en mi Residencia me hicieron acordar al cuento “¡Silencio Niños!”, tal vez exagero un poco, pero si comparo esas observaciones con los conocimientos o aprendizajes realizados en el Profesorado, la verdad es que las prácticas de los docentes dejan mucho que desear.

Tal vez como dice Frank Smith “La educación apostó al caballo equivocado”, hoy puedo agregar que lo sigue haciendo, tal vez le tiñeron el pelo o le cambiaron el nombre, hoy lo llaman “proyecto” pero en el fondo es el mismo.

La enseñanza de la escritura comienza con la trascripción de sonidos que sumados forman palabras, estas palabras oraciones sumadas forman los supuestos textos en contramano con la manera adecuada o concepción superadora de lo que es un proyecto de alfabetización, en la que se considera que la escritura es un proceso de construcción de sentido.

La lectura al igual que la escritura está asociada con el enfoque tradicional de la enseñanza, se lee para el maestro, para que este compruebe si el chico ha aprendido a hacerlo.

El más claro ejemplo de lo antes dicho y para mi mayor sorpresa fue cuando trabajaban con una noticia que tenían como modelo en el manual, mientras que en la puerta del aula el portero había colocado diarios llenos de informaciones seguramente mucho más significativas y actuales que la elegida para la clase, además de que usaban una sola y esto no les permitía hacer ninguna diferencia como para darse cuenta de que -por ejemplo- algunas no necesariamente tienen fotografías, nada más por citar un dato.


En las paredes de las aulas se exhibían lámina hechas por el docente de familias de palabras, tanto la reflexión como la sistematización y la consolidación brillaban por su ausencia.

Las etapas ausentes en las prácticas escolares son las que definen el enfoque Activo Reflexivo, por lo tanto si no hay un proceso de reflexión, no hay relevamiento de saberes. Al no haber sistematización el alumno no puede ordenar la información que construyó mediante la reflexión. Lo mismo pasa con la consolidación, al no producirse, establecerse como una instancia de la enseñanza/aprendizaje, el alumno no puede apropiarse significativamente de los conocimientos. La profundización es un paso en donde se pretende que el alumno “vaya más allá”, es lo ideal, como docentes comprometidos siempre debemos tratar que se produzca.

Los gestos de los chicos aburridos, pasivos sin participar a mí me hacían pensar cómo aprovecharía esas inquietudes, esas energías que tenían reprimidas.

Cuando llegué con mi planificación y les entregué la carta desarmada (esa que me había pasado por lo menos una hora recortando y poniendo en sobres) los movilizó mucho, todos querían reorganizarla y me preguntaron si podían consultar con el compañero, la verdad que fue muy lindo ver cómo debatían con los demás chicos, algunos decían que nunca habían visto una, otros -los menos- decían que ellos sí recibían pero que no podían asegurar que estuvieran bien escritas. Así llegaron a armar el texto, algunos muy bien, otros no tanto, pero entre todos fuimos reorganizándolo. Cabe aclarar que la docente a todo esto no se mostraba muy contenta pues se le había “desordenado” el aula ¡qué horror! Sí, “cada cual en su banco trabaja bien” era su recomendación.

Todo esto me alentó y me produjo la sensación y el convencimiento de que se puede, de que los alumnos están esperando que esto pase, ellos quieren participar, están cansados de que se los trate como si estuvieran vacíos, como si no supieran nada.

Un día una nena, para mi grata sorpresa llegó con uno de los libros de Harry Potter y le comentó a la docente que había comenzado a leerlo, para mi desilusión ésta le contestó, que era una lectura muy complicada para su edad, seguramente ella no había leído esa novela y por lo tanto el comentario estaba fuera de lugar, ya que debió incentivar a la niña para que siguiera leyendo. Con este desafortunado comentario subestimó la capacidad de construcción de sentido que la nena seguramente tenía.

En cuanto tuve oportunidad me acerqué y le pregunté, si había leído los libros anteriores, además le dije que no le hiciera caso que eran hermosos y que los podía leer perfectamente, luego le conté que yo los había leído a todos, inmediatamente me preguntó:

-¿Cómo termina señora?- Mi respuesta fue:

-Para saber vas a tener que leerlos a todos- Tratando de mantener el misterio y su entusiasmo.

Todo esto me da la certeza de que se puede cambiar perfectamente la enseñanza de la Lengua en la escuela, de que se pueden formar niños lectores. Comenzando por introducir en las clases situaciones de lectura de verdad, para que los alumnos puedan reutilizarlas en numerosas situaciones de la vida cotidiana, como así también para alimentar su imaginación.


Creo que si estos chicos tuvieran una profe o una seño como ellos dicen, que les abriera la puerta de la biblioteca, inmensa y llena de libros que tienen algunas escuelas y no sólo les dijeran los días de lluvia que es mejor leer algo antes de salir a ensuciarse, o en todo caso si ella fuera una lectora como punto de partida, ya que como dice no me acuerdo qué autor “no se puede transmitir lo que no se practica”, no existirían tantos problemas de escritura y de construcción de significado en el proceso de lectura.

Para finalizar, Profe de Lengua, quiero decirte gracias por haber hecho que hoy pueda ver todo lo que te conté críticamente, por haberme presentado la Literatura infantil y por tantas otras cosas que aunque no las escriba vos sabes me has aportado.


(Ensayo producido como Trabajo Final de 3er. año del Profesorado 2007, en el Espacio Curricular: Apoyo Disciplinar a la Residencia Lengua)